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Las ventanas abiertas y la mala acústica del aula incrementan 10dB

Desde hace un par de años, los colegios están enfrentándose a retos logísticos impensables hace apenas un lustro.

Al control de las aulas para evitar contagios, se suman los nuevos protocolos ante la escalada de casos de los últimos días y, sobre todo, a adaptar su infraestructura para poder dar clases de una forma eficaz, cómoda y que llegue a todos los alumnos.

El hecho de necesitar que las ventanas estén abiertas para que exista ventilación constante y que tanto alumno como profesorado tengan que ir con mascarilla, ha puesto el foco en la necesidad de dotar a las aulas y espacios comunes de una buena acústica, mucho mejor que la que existía, para que las clases puedan llegar a todos los rincones de las aulas, teniendo en cuenta tanto el ruido exterior como la separación entre alumnos.

De hecho, según los últimos estudios, aumentar el ruido de fondo en 10 dB resulta en una caída media del 5 al 7% en resultados académicos, reduciendo también hasta un 25% la comprensión y, así, la motivación.  Algo que ya empieza a pasar factura en los estudiantes y centros desde el curso 20/21.

No solo se trata de adaptarlas ahora, sino que, siguiendo los estándares de la propia OMS, sería recomendable que se tenga muy en cuenta la acústica también para que estudiantes con necesidades especiales tengan todo a su favor para aprovechar los recursos del colegio. Con la excusa de adaptar los colegios a las exigencias de esta pandemia se puede aprovechar para que, en cuestión de poco tiempo, todos los centros estén adaptados para ofrecer y garantizar una enseñanza de calidad para todos sus alumnos. De hecho, hasta el 21% de los asistentes a los centros son oyentes sensibles, es decir, que aprenden segundo idioma, introvertidos, TDAH, alguna discapacidad auditiva… y todo empieza con el confort acústico” explican desde Ecophon.

Techos acústicos, absorbentes de pared o el aislamiento son la clave para conseguir adecuar las aulas y rebajar una media de 13 decibelios el ruido de fondo, mejorando la comprensión, el desarrollo normal de la clase, la concentración y los resultados de los alumnos. De hecho, cada vez son más los centros escolares que apuestan por una auditoría acústica que permita, precisamente, mejorar la calidad de las oportunidades que está trayendo también la tecnología al aula, con materiales audiovisuales que requieren de instalaciones específicas.

Hay que fomentar, dentro del aula, la interacción entre alumnos y profesorado y, para ello, hay que propiciar un ambiente sano. Un buen entorno acústico reduce el ritmo cardíaco de los profesores 10 latidos por minuto, reduciendo el estrés y protegiendo su voz, causa de la mayoría de bajas en los centros escolares” concluyen.

El reto para el año 2022 pasa, precisamente, por lo mencionado anteriormente, por integrar en las aulas un aprendizaje activo, sano, que siga los protocolos y, sobre todo, que disponga de una acústica que no ponga en riesgo la salud de los niños ni del profesorado.

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